*Por Ricardo Bianchi
El matemático Efim Zelmanov, medalla Fields y experto en criptografía, alerta sobre la burbuja generada en el mercado alrededor de la computación cuántica. “No me gusta la cultura que existe en este ámbito, consistente en que las compañías anuncian novedades sensacionales cada mes”, dice, recordando que los ordenadores cuánticos de verdad no existen y que, de hacerlo, darían respuestas completamente erróneas. En lo que ahora se trabaja, subraya, es “en la combinación de la computación cuántica y la clásica, de forma que los ordenadores tradicionales puedan controlar a los cuánticos, pero desconocemos cómo será esto y si funcionará”. Entrevista de
Esther Macías para COMPUTERWORLD 06/10/2025 El doctor Efim Zelmanov, que atesora una de las prestigiosas medallas Fields — distinción que equivale al Premio Nobel, pero en la disciplina de matemáticas— es uno de los mayores contribuyentes al campo de la criptografía, ciencia que es la base de la ciberseguridad y de otras líneas de trabajo relacionadas con el análisis de datos y la inteligencia artificial.
Este matemático experto en el campo de las álgebras y superálgebras no asociativas y su aplicación a la criptografía, miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y también, como miembro extranjero, de la Real Academia de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales de España, ha ejercido de profesor en las universidades de Wisconsin-Madison, Chicago, Yale, California o Shanghai y en la actualidad es director del Centro Tecnológico Internacional de Shenzhen (SUSTech) en China. Durante su paso por Madrid a principios de octubre, con motivo de su participación en el Congreso Internacional de Ciberseguridad organizado por la Universidad Alfonso X el Sabio, de la que es doctor honoris causa,
COMPUTERWORLD tuvo la oportunidad de charlar con él sobre su visión sobre el papel de las matemáticas en un mundo eminentemente digital como el actual, el impacto de la computación cuántica en los sistemas de ciberseguridad actuales y, por supuesto, de la deriva de la inteligencia artificial en nuestra sociedad. La idea del ordenador cuántico es brillante y existe hace mucho tiempo, pero, a día de hoy, no tenemos ningún ordenador cuántico, no existe. No se ha construido. Punto.
También argumenta que lo mismo sucede con la fusión fría, idea excepcional que está dando vueltas hace 80 años y a la fecha no hay no existe nada concreto. Ocurre que mientras sigan lloviendo inversiones para hundir en la computación cuántica, seguirán los anuncios mensuales de grandes compañías y notas en importantes revistas científicas sobre adelantos y proximidad de resultados extraordinarios. Equipo que gana no se cambia decía Bilardo.
Así se mantiene la burbuja de inversiones que lleva más de veinticinco años y decenas de millones de dólares de inversión. Serán una realidad los ordenadores cuánticos alguna vez, posiblemente, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es la tecnología que están aplicando para desarrollar la computación cuántica, basada en la criogenia y la inserción de miles de qubits en un solo chip, no está dando resultados. Ruidos, decoherencia, entrelazamientos cuánticos que duran mili segundos, datos no confiables, dificultad de llevar a la producción industrial de manera similar a la de los ordenadores no cuánticos, de forma que puedan algún día llegar a todos los hogares y lugares de trabajo.
Es posible que la investigación científica tecnológica para lograr este saldo que hoy alienta el estímulo de la burbuja, deba ser puesto de cabeza y buscar otras alternativas aprovechando el hecho probado del entrelazamiento cuántico que tiene la particularidad de conectar a dos partículas al instante no importa si están a millones de años de distancia.
De hecho, estas alternativas existen. Por ejemplo, el entrelazamiento cuántico en la biología, que se desarrolla en un medio acuoso y caliente, prescinde de la criogenia y simplifica la comunicación por medio de los microtúbulos del sito esqueleto de las células cerebrales. Tal vez no sea necesario contar con organismos biológicos vivos, quizás con imitar la geometría ayude, empleando materiales adecuados y ya probados de condiciones excepcionales como las capas de grafeno rotadas en ángulo mágico que permiten perturbar los electrones creando el efecto túnel y convirtiendo las capas en superconductoras.
También tal vez, dejemos de hablar de qubits y nos remitamos a los millones de emisiones de fotones y electrones para operar puertas cuánticas, cuando el entrelazamiento interactúe con la materia, en este caso, la imitación geométrica de los microtúbulos, retorciendo de forma helicoidal de forma fractal las bandas de grafeno rotadas en ángulo mágico, hecho que ocurre al instante, al menos en nuestra percepción, de forma que si mantenemos el entrelazamiento durante mucho tiempo a temperatura ambiente, contaremos con millones de señales que habrá que comprender como insertarlas en una arquitectura que traduzca mediante algoritmos y software al lenguaje de los bits clásicos.
Por supuesto, explorar esta idea requiere de un conjunto de investigadores de distintas disciplinas trabajando en equipo, además de simulaciones y laboratorios que puedan realizar experimentalmente. Quizás funcione o quizás no, pero de lo que estoy convencido es que insistiendo con las mismas tecnologías durante tanto tiempo, sin resultados puede hacer estallar la burbuja y desanimar a los inversores, enterrando en el baúl de los recuerdos la computación cuántica. Ricardo Bianchi